Protege al esmalte del desgaste que puedan ocasionar las sustancias ácidas de la dieta pero, a su vez, permite que ciertas bacterias y otros microorganismos crezcan y proliferen en la boca.

En pocas horas, esa película empieza a endurecerse y mineralizarse al unirse con las sales presentes en la saliva. De esta manera, se forma el sarro (de una consistencia más dura), que suele acumularse entre los dientes y en el surco de unión del diente con la encía, pudiendo llegar a calcificarse y crear cálculos con el tiempo.

El sarro permite que las bacterias crezcan fácilmente, causando inflamación en las encías (gingivitis), sensibilidad y dolor, sangrado o incluso pérdida de piezas. Estas bacterias pueden llegar a introducirse en la circulación sanguínea y viajar a otros lugares muy alejados, como el corazón o los riñones, siendo las causantes de graves enfermedades, como demostró el estudio del doctor Glickman en la Universidad de Purdue y el desarrollado por Nabi S.U. y colaboradores  en el ICAR (Indian Veterinary Research Institute) y la Universidad Assam.

La placa dental y el sarro en mascotas es mucho más frecuente de lo que creemos, ya que encontramos con facilidad perros con mal aliento o gatos con gingivitis y se estima que el 70% de animales de compañía presentará problemas bucales (enfermedad periodontal) a lo largo de su vida. De ahí la importancia de revisar la boca de nuestros amigos peludos y de estar atentos a los siguientes signos:

• Mal aliento
• Falta de apetito
• Sangran encías
• Encías inflamadas
• Sarro
• Pérdida de dientes